Grecia Delta: «No hemos aprendido a gestionar nuestras emociones en la escuela»
La autora presentará su novela La ideología del amor en próximo 13 de octubre en la galería Origen, de Madrid, evento en el que también dialogará con los asistentes acerca de la importancia de prestar atención a la salud mental.
La ideología del amor es un libro autorreferencial, ¿en qué medida se te hizo necesario escribirlo?
Plasmar pensamientos como hechos posibles de ser y analizar, en conjunto, realidades que, a su vez, pasan en nuestros hogares, me conectó más con el proyecto del libro. Darme cuenta de que el poder de decisión está en la actuación y esta, a su vez, puede ser ficción o realidad, fue lo que me motivó a revivir emociones y reciclar fotografías mentales para culminar una historia que, desde el principio, no tenía idea cómo terminaría.
En el libro se exhibe una realidad signada por un orden, hasta cierto punto, dominado por las tradiciones que nacen en el seno de las familias de la década del noventa, todas ellas orientadas hacia el patriarcado; sin embargo, tus personajes femeninos —Francia y su madre— tienen una potencia enorme, ¿en qué nivel ese grupo de tradiciones familiares y sociales es responsabilidad de la propia mujer?
Las tradiciones familiares recaen sobre la persona que acepta, cual robot, asumirlas. No somos objetos programados para reproducción de conductas o estereotipos que lastiman nuestra propia salud mental y por eso es necesario hablar de las responsabilidades que se nos presumen como mujeres, por ejemplo. O cómo esto deteriora nuestra salud mental, causándonos una depresión como uno de los factores sociales, traumas como otro factor clínico y, a su vez, inhabilitación o aislamiento social familiar, hechos que me impulsaron a cuestionar la necesidad de convivir mejor con las dinámicas familiares menos perjudiciales para la salud de cualquier persona.
Si la familia es el núcleo de la sociedad, es evidente que las malas prácticas familiares son replicadas por el Estado.
La relación madre-hija expuesta en La ideología del amor, hace que los papeles se inviertan a menudo. Más allá de que Francia consigue algo que podría denominarse como “sanación”, ¿crees que siempre llevará consigo ese papel de “madre” que se vio obligada a asumir en su adolescencia?
Francia es madre y padre de sí misma desde que empezó a darse cuenta de que tenía que cuidar a su mamá cuando era niña. En su entorno familiar hay tías, tíos y los abuelos maternos y paternos que casi no intervienen en la dinámica personal de Francia. Pues el foco está en la relación madre e hija, hija y madre. Estas conductas son muy cotidianas en algunas familias, sobre todo si tenemos a algún familiar diagnosticado sobre su salud mental, como lo era la madre con bipolaridad. Como lo era, también, el padre de Francia, quien tenía retardo moderado. Durante la novela, Francia va develando sucesos que la ayudan a desestigmatizar su propia estructura familiar, poniéndose nuevos límites imaginarios gracias a las terapias psicológicas y al tratamiento psiquiátrico para no lastimarse a sí misma. Visibilizando su bisexualidad sin prejuicios, junto a sus amigas. Dentro de la historia, vemos una reconfiguración de su propio actuar con esta dinámica familiar, enfocándose en estar bien ella, ante todo. Así como observamos cómo el significado de la palabra “autocuidado” va cogiendo forma en las decisiones que ella va tomando. Cómo un aborto termina siendo un acontecimiento natural, espontáneo y deseado.
¿Cuál es el enfoque que debería tener el Estado respecto a la salud mental? Tu libro toca ese tema y de alguna manera es una protesta sin acusar a nadie directamente.
El Estado debería invertir más en salud pública, si bien la mayoría de peruanos tienen acceso a servicios de salud, no se cubren a totalidad las atenciones a las personas vulnerables, no hay medicinas para los tratamientos psiquiátricos y no existen los suficientes establecimientos de salud para la atención de la salud mental. Esa situación afecta a toda Latinoamérica y es por ello que no se diagnostican las enfermedades desde la infancia como principal medida de prevención. No hemos aprendido a gestionar nuestras emociones en la escuela y, por ello, hay altos índices de bullying. Así como violencias de género de todo tipo y feminicidios dentro de universidades o en la vía pública y los aún no reconocidos por el Estado, como lo son los crímenes de odio. Si la familia es el núcleo de la sociedad, es evidente que las malas prácticas familiares son replicadas por el Estado. Las autoridades provienen de un núcleo familiar y van hacia él cuando actúan estructurando y legitimando actitudes con sus decisiones. El trabajo por hacer desde las aulas, el Estado, así como desde los medios de comunicación está en manos de estas personas que tienen la oportunidad de capacitarse para dejar de repetir las violencias que vivieron en sus casas, como si los estereotipos de género fueran características determinantes para que una nación practique valores sobre la igualdad de género. Recalco esto porque es una lucha constante de muchas personas, el intentar vivir en espacios seguros donde no nos acosen, no nos violen ni nos disminuyan hasta la muerte por nuestro género, cuando toda persona tiene el derecho a lograrse en una vida saludable y próspera.
Las personas que se sintieron aludidas en la novela saben qué espacio tienen en mi mente y corazón.
¿Cuánto tiempo te llevó darle forma a La ideología del amor?, ¿qué empezó siendo?, ¿en algún momento sentiste que su tiempo se agotaba, que, si no se publicaba pronto, la Grecia que hoy eres ya no iba a conjugar con esa historia?
Empecé a escribir más sobre hechos que me habían ocurrido en la niñez cuando estaba en la secundaria. Guardé algunas escenas que me parecía que tenía que retratarlas durante mi época universitaria porque me causaban angustia y dolor. Sin saber que eso, en el tiempo, podría convertirse en una historia que se transformaría en una novela mientras estudiaba la maestría de Estudios en género. Me sentía en la necesidad de visibilizar, con la literatura, algunas situaciones a las que merecemos darle la oportunidad de analizarlas individualmente y en familia. Como la posibilidad de, siendo “padres”, “madres” o “abuelas” y “abuelos”, criar niñas y niños que no tengan que recuperarse de su infancia, siendo adultos. Se me hacía muy necesaria la publicación de la historia que había creado al trabajar haciendo campañas de sensibilización en paralelo, desde organizaciones sociales como Promsex y Cedro, abocadas a la prevención de las violencias y cuidado de la salud mental. Siempre sentí que un libro no es suficiente para reestructurar una sociedad como la que habitamos, pero es un camino para reafirmar la urgencia de rodearnos de gente que sonría en espacios más seguros y conscientes de lo mismo, incluso dentro de mi propia familia. Como decía al principio, es importante observar nuestras múltiples versiones para intentar ser la mejor. Esta historia autoficcionada siempre será parte de mi crecimiento y espero que acompañe a las personas a lograr lo mismo.
¿Cómo reaccionó la gente que se sintió aludida en tu novela? Imagino que en ocasiones con sorpresa y algunos ni se percataron.
Las personas que se sintieron aludidas en la novela saben qué espacio tienen en mi mente y corazón. Les agradezco a cada una de ellas porque me regalaron muchos aprendizajes. Ellas y ellos han actuado como los personajes que son en la vida real y sin eso no hubiera sido posible la existencia de esta historia.
¿Cuál consideras que es el punto de quiebre de tu personaje?, su historia se divide en tres etapas, pero queda la sensación de que llega a donde está recorriendo un camino ya forjado. ¿Cuál es el acontecimiento que la reconcilia con sí misma?
El hilo negro se rompió. Esas ataduras o cadenas, como lo son algunos recuerdos que persisten en nuestra memoria, cuando una quiere, cuando una se trata con un especialista o encuentra la forma de hacerlo con el arte como terapia, llegan a romperse. Doy fe y soy testigo de ello. Ese fue el quiebre en el camino que tomó Francia hacia el activismo feminista y el autocuidado, como consecuencia de los sucesos vividos en el que fue su hogar para forjarse uno propio, uno nuevo junto a su conejo color azabache.
En tu libro se incluye un enlace al “soundtrack” de la novela, ¿qué relevancia posee la música para tu obra y, en general, para tu vida?
Soy melómana por horarios porque también me gusta el silencio, ya que mi mente me habla todo el tiempo. El soundtrack de la novela se fusiona con la historia colocándola en atmósferas y espacios de tiempo determinados, que la o el lector puede notar, mientras van sucediendo los hechos.
¿La historia de Francia ha terminado?, ¿dentro de tus proyectos literarios ese personaje aún tiene espacio?
Francia tiene mucho potencial para ser un cómic o tener una secuela o segunda edición. Aún no tengo definido qué vendrá en los próximos años, pero por el momento sigue de pie, andando mientras leamos hacia dónde va en La ideología del amor.
¿Qué estás escribiendo por estos días?, ¿cuál es tu proyección en función a la literatura? Escribo poemas y ensayos que nunca publico por hábito. Tengo un diario que a veces resulta ser un semanario personal. Por lo pronto, tengo la misión de descubrir cuál será mi siguiente proyecto literario. Así como lo hice con La ideología del amor.