«—Vamos a suponer que la maldad humana es natural, que es un acto de voluntad, optable —dijo Stephen—. En este sentido el mal es una trivialidad, surge de la codicia o de algún otro apetito, se materializa como crimen, como vicio moral o como pecado, si quieres. El mal es un asunto de la psicología o del alma individual. Pero si la sociedad impone al individuo un modo de pensar o unas conductas que no puede elegir, ni rechazar sin poner en riesgo su pertenencia a esa sociedad y hasta su vida, y si ese modo de pensar o esas conducta son lesivas para sus semejante, y aun así son justificadas, ¿acaso no estamos ante otra dimensión del mal? Me corrijo: ante otra magnitud del mal. La justificación por la razón racial, de los nazis, o por la razón clasista, de los comunistas, ¿no sustenta acaso otra clase de mal?, que excede la codicia y apunta a algo distinto del crimen, a algo que se puede denominar una construcción histórica.

Nhämcit dio un respingo, alelada.

—Es mal ha existido y existe. Es incierto que pueda ser natural del hombre, como plantea Kant y no es un mal incomprensible, como sostiene Arendt.»