Cancha de arcilla
Miguel Ángel Zapata
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«El poema en prosa es como jugar tenis en una cancha de arcilla: el cielo limpio, el espacio amplio e incoherente, la luz desnivelada, y un apetito voraz por lo inesperado. Nadie sabe quién gana o pierde. El poema en prosa avanza contra la corriente, y permite que los encabalgamientos sean más sensualmente prolongados como un orgasmo interminable. La vida se vuelve leve como debe ser. El ritmo interior del poema le sale al encuentro a la sangre, y penetra esa agitación que es como el oído que escucha en silencio y no dice nada. Por eso, cuando no juego tenis, escribo en verso. Y cuando paseo en bicicleta el dominio es mayor, ya que uno escucha las ondas de la calle, el decir de los árboles que te atrapan en el cielo de alguna nueva ensoñación. El mundo está lleno de señales, reglas y medidas. Todo está prohibido. Estamos en contra de todas esas reglas inútiles, de todo ese encierro y control. El poema en prosa derriba muros enormes y abre todas las ventanas frescas de la poesía. Trae una nueva música al silencio. Nosotros nos hallamos más allá de los reinos y sus reyes, más allá de la opresión y el destierro: remamos alegremente contra la corriente. Escribo influenciado por la naturaleza, alguna ventana que me deja ver el cielo, o el mar incrustado en mi mesa de trabajo. Al final, la poesía es un calmante para la duda, es el arte del sol en el cielo, y el oro de una nube que enrojece el horizonte. Por eso escribo caminando como un cazador que pasa inadvertido. Abro de par en par la tarde humeante y el aguacero veraniego que va creando relámpagos en mis ojos. Por eso escribo, como un ladrón de flores, mientras se oye el grito de una garza en lo hondo de lo oscuro.»
Miguel Ángel Zapata