César Y. Guevara: "Soy una víctima de mis relatos"
Conversamos con el escritor y periodista, que presentará su segundo libro de relatos, «El diario de una víctima», el sábado 21 de octubre en el Centro de Lima. Además, habla acerca de su proceso creativo y los proyectos literarios que viene desarrollando.
«El diario de una víctima», cuento que le da nombre al libro, es probablemente el más impactante y crudo de los relatos. Al final, se sugiere que se trata de una historia real e incluso te presentas como el periodista que consigna la historia. ¿Te has topado con una historia como esa en tu profesión?
Precisamente, el cuento que le da el nombre al libro es una historia basada en hechos reales, por supuesto que con variaciones, siempre lícitas en la literatura. Recuerdo que cuando trabajaba en televisión me topé con una noticia ocurrida en San Juan de Lurigancho. Un hombre había mantenido a su hija encerrada durante más de 10 años en condiciones deplorables. Entonces, mi imaginación comenzó a funcionar aceleradamente, dando como fruto al cuento Diario de una víctima, donde quise retratar la descomposición psicológica de una muchacha que es sometida por su padre a experimentos sexuales. En la lucha por su destino deja constancia de la podredumbre que la rodea (en un diario) y, poco a poco, se percata de que ella solo es una víctima más de las tantas que hay. Me puse como el periodista que lo encontró como un homenaje al libro El amor y otros demonios, de García Márquez, donde el autor comenta que en 1949, en el convento de Santa Clara, halló el cadáver de una niña, mientras ejercía su profesión de reportero.
¿En qué medida ha influido tu experiencia como periodista en la construcción de este grupo de relatos?
Digamos que parcialmente, pues en algunos influyó más que en otros. Por ejemplo, aparte de lo que acabo de contar sobre cómo nació «El diario de una víctima», otro de los relatos que parten de mi visión como periodista es «El último atraco de Oswaldo Tovar». Cuando yo todavía era estudiante me tocó escribir una noticia sobre un delincuente que había sido abatido tras cometer un robo. Este era un hombre de bajos recursos, sin familia, nadie preguntó por él (hasta donde yo me enteré). Sin embargo, a él lo involucraron con una prostituta, por quien se desvivía y, al parecer, era capaz de todo. Ahí nació la idea de contar la vida desafortunada de un tipo que sentía que su felicidad estaba en dejar de ser pobre y consentir a una prostituta.
Digamos, para redondear la idea, que uno sí es víctima de su propio destino, pero muchas veces nosotros somos los verdugos. Suena paradójico, pero así lo creo.
Los protagonistas de tus cuentos parecen compartir algo muy profundo, algo que está signado por su destino, por lo que les toca vivir y la manera en la que afrontan ese destino, más allá de las realidades que cada uno vive. ¿Por qué apuntas a ese tipo de personaje decadente o condenado al fracaso?
Como todo escritor que vive en un tiempo determinado, retrato a la sociedad tal cual la percibo: inquietudes, miedos, pasiones, etc. Por lo que muestro a una parte de dicha sociedad invisibilizada: delincuentes con pasiones humanas, niños psicológicamente maltratados por su propio entorno, ingenuos que se meten en política o parejas que enfrentan una difícil situación, como una enfermedad terminal. Creo que estamos sumergidos en una individualidad bastante notoria; es decir, cada uno de mis personajes vela por sus propios intereses, por combatir su propio destino, huir de sus problemas, sin notar nada más, preocupados solo por ellos mismos, perdiendo el tiempo haciendo cosas que detestan. Entonces, reflejo a esos ciudadanos que viven igual: molestos de su mala suerte y, por ende, condenados a la misma.
¿Consideras que, de alguna manera, todos somos “víctimas” de nuestro destino? Y si es así, ¿no crees que es una mirada un tanto pesimista?
Si así fuera, todos los escritores considerados “realistas” serían pesimistas: Sthendal, Dickens, Flaubert, etc. Sin embargo, considero que cada uno representó fielmente su contexto histórico lo mejor que pudo. Claro, ellos tuvieron sus dichas y desdichas, pero, al fin y al cabo, qué escritor no se siente un tanto decepcionado de su propio mundo. Verá, yo soy un gran admirador de la obra de Dostoievski, si uno analiza la existencia de sus personajes (Rodión, Dmitri Karamazov, el príncipe Myshkin por mencionar algunos), sus principales componentes, lo que los motiva a seguir, nos vamos a percatar que son víctimas de sus propios destinos, causados por ellos mismos, por sus acciones e impulsos. Digamos, para redondear la idea, que uno sí es víctima de su propio destino, pero muchas veces nosotros somos los verdugos. Suena paradójico, pero así lo creo.
Como autor de estos relatos, ¿también te consideras un “víctima” de ellos, de las historias y sus personajes?
Soy una víctima de mis relatos, sin duda. Estos me llevan por donde les da la gana, sin preguntar, sin perdonarme absolutamente nada. Inicio una historia, más o menos tengo una idea de qué tratará, pero al final soy vencido por un Octavio Salazar o un Federico Antón y debo seguirles el paso para contar sus infortunios lo más fielmente posible.
Un escritor nunca termina por sentirse satisfecho con su obra. Siempre siente que le faltó algo más, que lo pudo hacer mejor; sin embargo, estoy satisfecho por el resultado.
¿Cuánto puede acentuarse la posición de víctimas en una sociedad signada por las apariencias, en un mundo en el que todos pueden ver lo que haces, quién eres o quién pretendes ser?
Es que la sociedad es la madre de todas estas víctimas que hay en el mundo. Nacemos de ella, de su contexto, de su base moral, de sus creencias, de las relaciones que cultivamos, de los amores que perdemos o añoramos, de nuestras pasiones o sueños, de lograrlos o no. En otras palabras, ser víctima depende mucho de cómo nos trate la sociedad, porque a partir de ahí es que surge esta noción de individualidad, ciertamente egoísta y encerrada en sí misma. Ahora, mencionas las apariencias, justamente uno de los relatos que están incluidos en este libro se llama El hombre que se creía guapo, un narcisista de casi 60 años convencido de que los feos no tienen cabida en ningún círculo social y que solo siendo guapo tendrás éxito. Convencido de ser un seductor y de atraer miradas, víctima de sus propios delirios de grandeza; sin embargo, al final, personajes como él son fruto de nuestra sociedad, llena de apariencias.
¿Cuál es la diferencia entre este libro y Lo inesperado: 12 relatos de sufrimiento? Y también, ¿cuál es la conexión entre ambos?
Lo inesperado: 12 relatos de sufrimiento fue un reto para mí. Demoré años en terminar esas historias y, aun así, no terminé satisfecho de su resultado. Los relatos giraban en torno a personajes que anhelaban la felicidad, la deseaban, pero surgían inesperados acontecimientos que los hacían retroceder, haciendo que cayeran en la resignación. La pandemia fue una muestra de eso, ya que muchas familias perdieron seres queridos de una manera abrupta, ocasionándoles heridas que jamás cerrarán. No estaba planeado que un familiar se marchara, sino que, ajeno a nuestro poder, ocurría dejándonos absortos. Quizás la conexión más certera entre mi primer libro y este sea la fatalidad del destino, la individualidad, la desdicha de los personajes, antihéroes la mayoría de ellos, un intento por pincelar a la sociedad en la que vivo.
¿Sientes que entre uno y otro libro has crecido como autor o simplemente cambiaste?
Un escritor nunca termina por sentirse satisfecho con su obra. Siempre siente que le faltó algo más, que lo pudo hacer mejor; sin embargo, estoy satisfecho por el resultado. Lo que sí sé es que mi visión del mundo se ha agudizado, me he vuelto más observador, más incisivo y eso se gana con el tiempo y la experiencia. Por ejemplo, en mi primer libro no escribí una distopía; en esta ocasión fui capaz de hacerlo: «Angaraes, una ciudad sin pobres». Esa historia fue la más complicada, la que me costó escribir de inicio a fin, así que si he evolucionado como escritor ese cuento es el reflejo de ello. Finalmente, quiero retratar, como dije, la sociedad en la que existo: sus problemas, sus absurdas creencias, su fatalismo, su perversión, sin ser catalogado como pesimista (aunque es indudable que algún lector lo considerará así).
¿Cuáles son tus próximos proyectos literarios?, ¿seguirás con los cuentos o explorarás otros géneros?
Siempre he tenido la intención de escribir una novela. Es más, tengo el borrador de una. Falta pulirlo, darle más contenido, explorar más hondo en las características de los personajes, pero cuando ya tenga un producto más realizado lo daré a conocer. Sin embargo, los cuentos son lo que me caracterizan, siento que se puede contar mucho en pocas palabras y es algo que seguiré haciendo.
Cuéntanos del evento del 21 de octubre en el Centro de Lima.
El lugar donde se hará la presentación de mi libro tiene una conexión histórica muy fuerte con uno de mis relatos. El evento se realizará en Club Unión – Plaza de Armas, pero pocos saben que, antes, dicho lugar era el famoso restaurante Jardín de Estrasburgo, donde se transmitió la primera película en 1897. Esto es importante, ya que yo cuento, en «La carpa Pathé», cómo es que llega el cine al Perú y cómo es que este hecho entusiasma a un joven burgués que ansía explorar el mundo. Esa oportunidad llega cuando en 1908, la editorial de El Comercio saca un titular sobre el próximo arribo de la compañía Pathé (la más importante industria del cine francesa) a nuestra ciudad. Así que el lugar donde se hará la presentación de El Diario de una víctima no es aleatorio, sino que tiene un significado histórico.