Defensa Siciliana
Fernando Espíritu
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Decía Gonzalo Rojas que el espíritu del caballo que sangra es lo que oía entre el galope del automóvil y el relincho. Debe ser por esta razón que Fernando Espíritu eligió al caballo como hilo conductor y orgánico de los cuentos que integran la Defensa Siciliana.
Fernando pone al frente del tablero la figura mítica y actual, simbólica y sanguínea de los caballos que protagonizan algunas de sus historias. Su prosa serena, firme y sabia se dirige hacia la meta sin aspavientos. Las tramas parecen urdidas con el único propósito de negar el triunfo a sus protagonistas, sin que el narrador ceda a la fácil tentación de regodearse con la derrota anunciada en las primeras líneas. El autor hace del anticlímax una ética celebratoria que ilumina el camino de tal manera que a sus lectores nos deje de importar el desenlace. Instalados en la tiranía del asombro de las redes sociales, el vértigo del streaming y las playlits aleatorias, Espíritu rescata los movimientos clásicos que nos recuerdan que la vida habita en otro lado, en el locutor del hipódromo que se juega el trabajo para salvar a un animal que cojea de la mano derecha, en la vigilia de los hijos que asisten a los últimos minutos de vida de sus padres, en los trenes de juguetes que se enfrentan al dolor que toman forma de dinosaurios, en jóvenes con rostro de sueño y mochilas en la espalda, en yeguas veloces que aseguran comida para quince días, en vagabundos que extrañan más la calada de un cigarro que a sus amigos, en caballos díscolos, malgeniados, en películas espaciales que precipitan partos.
La Defensa Siciliana de Fernando Espíritu está muy lejos de ser una estrategia para ponerse a salvo de la embestida del adversario. Los cuentos de Fernando toman la lanza y tensan los músculos para enfilar hacia el triunfo de las historias bien contadas.
Augusto Effio.