“Mi café, mi salvavidas diario”, escribe Capullo desde el penal de Santa Mónica. El pequeño ritual de oler y beber café, en su pequeña celda, le permite a esta reclusa de sesenta años imaginar que un día ya no estará aquí, en el lugar donde nadie quiere estar. Capullo atropelló a una persona. Hay gente
libre que ha hecho cosas peores aunque tiene el poder para no terminar en prisión. Este libro no habla tanto de esa injusticia que premia a los “poderosos”, sino de la fortaleza que la cárcel les demanda a los “débiles” para sobrevivir a ella. A unos metros de Capullo, Ada Rojas reflexiona sobre la limpieza y sobre lo que aprendió siendo una niña en la chacra. Por ejemplo, que los animales no comen cualquier cosa. En su pabellón hay un tacho exclusivo para restos de comida, pues estos luego se destinan a los cerdos. Sin embargo, muchas reclusas arrojan allí papeles y otros descartables, “como si los chanchitos fueran a comer Tecnopor”. Ada escribe: “Hay gente desubicada que desconoce la cultura porcina”. Y enseguida añade: “Es curioso que la basura me traiga recuerdos infantiles y amables, pero quizá no es tan descabellado viniendo en una cárcel”. No, no es descabellado. Como si fuesen sueños, los textos compilados en este libro exponen la materia cruda de la vida y los significados inesperados que sus autoras encuentran a través del arte y la escritura.

Un notable trabajo editorial a cargo de Judit Bravo que nos acerca de manera intensa y delicada a la literatura y al conocimiento que nace desde la prisión.

Marco Avilés
Periodista, autor de Día de visita

Se trata de una obra de lectura imprescindible por el inmenso aporte que otorga a la sociedad, creando entendimiento y empatía, pero sobre todo visibilidad a cada una de estas mujeres y sus historias. Esta obra, genera consciencia sobre las realidades y desafíos que estas personas enfrentan en una cárcel, realidades que no empiezan ahí, sino mucho antes de pisar un penal. El espacio que se da a un taller de escritura dentro de la prisión, es de fundamental importancia, ya que ofrece un lugar seguro de autoconocimiento y expresión personal, facilitando la reivindicación de sus actos y su identidad en forma positiva. Contribuye con el desarrollo personal, autoestima, crea momentos de reflexión, facilitando la sanación emocional, al ponerse en contacto con sus emociones, lo que favorece la reinserción en la sociedad, construyendo un futuro mejor.

Lourdes Ferreyros
Ex presidenta de Fraternidad Carcelaria y autora de Mujeres exinternas