Hay un protagonista que ronda a lo largo de catorce relatos que componen El diario de una víctima y es esa mirada que se descifra a través de la voz narrativa que nos revela este universo de seres siniestros; a veces en su vulgaridad, otras en su perversión, pero siempre en su posición de víctimas de un ambiente que parece empecinado en expulsarlos, que jamás los quiso. Y decimos que la voz narrativa es la gran protagonista de esta obra porque bajo esa voz todos estos personajes parecen tallados con un mismo cincel, el de la precisión, el del detalle exhaustivo, ese ojo periodístico que no es gratuito y que destaca como insumo esencial.

César Y. Guevara no hace más que levantar la alfombra para que echemos un vistazo a una sociedad signada por las apariencias en su estado más puro y evidente, lo hace con una prosa serena pero cargada de vigor. Una prosa que da pasos firmes e irreversibles hacia un retrato mordaz y destemplado.

El diario de una víctima es un libro de personajes diseñados desde el alma, desde las motivaciones y los impulsos que son, finalmente, los insumos creativos de su narrador.